Y es que, como dice Iñako Díaz-Guerra en esta columna, ahora que ganamos, no podemos permitirnos olvidar que hubo muchos días, algunos muy recientes, en los que perdimos. En el fútbol, como en la vida, todo es cíclico, y si en otras ocasiones la suerte nos fue esquiva entre goles en el descuento, lesiones tempranas, errores del árbitro o penaltys fallados, ayer las tornas cambiaron y fuimos nosotros los beneficiados en momentos puntuales por el potrerío supremo con un mano a mano mandado a las nubes nada más comenzar, con su mejor jugador sustituido a los 20 minutos por una lesión, con un gol en nuestro primer disparo a puerta y con un tiro al palo al final. No pude evitar sentirme un poco mal por los jugadores del Olympique de Marsella pero, precisamente porque nosotros ya hemos pasado por ahí antes, a la vez sentí una gran liberación al ver que el fútbol anoche puede que nos comenzara a devolver un poquito de todo lo que aún nos debe... y la siguiente final europea, si nada raro pasa, os recuerdo que volverá a ser contra el Real Madrid. La Europa League no es la Champions pero, qué coño, es nuestra competición fetiche y necesitábamos una alegría así después de tantas miserias recientes.
Como decía Luis, tanto en el fútbol como en la vida hay que ganar, ganar y volver a ganar y si siempre te levantas después de caerte y nunca dejas de intentarlo, tarde o temprano te acabarán saliendo las cosas. O no. En tal caso, vuélvete a levantar. Gracias por recordarme esa lección continuamente, Atleti.
PD 1: Fernando Torres gana, por fin, un título vestido de rojiblanco a unos pocos días de abandonar el club. Decidme que no es para morir de amor.
PD 3: Qué impotencia y qué asco lo que está haciendo, OTRA VEZ, Israel en Gaza, por favor. La historia interminable.
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