miércoles, 25 de noviembre de 2015

Una historia de violencia

Me voy a poner serio por un día. Este post sin fotomontaje va dedicado a las, hasta la fecha en lo que va de año, 57 víctimas mortales de violencia de género en nuestro país: 48 mujeres asesinadas de manera cruel y cobarde por su pareja... y 9 varones (hoy, el último). Porque sí, queridos mierdistas, los hombres maltratados también existen y es un hecho igual de denunciable por mucho que sea una irrisoria (o no) 1/6 parte del total. Así que quiero aprovechar este momento, por mucho que a algunos pueda no pareceros políticamente correcto lo que voy a decir, para reivindicar el derecho total de cualquier persona, hombre o mujer, a vivir en libertad sin miedo a que su pareja, padre, madre, hijo, vecino o cualquier hijo de puta descerebrado que se crea su dueño pueda maltratarle, amenazarle, agredirle físicamente o, incluso, llegar a asesinarle.

El machismo es una lacra que ha estado arraigada en nuestra sociedad desde el albor de los tiempos y que va a ser imposible de eliminar por completo pero, pese a todo, quien no vea lo mucho que se ha avanzado en el último siglo en la igualdad de derechos entre hombres y mujeres (pese a que, evidentemente, aún queda mucho por hacer) y, en especial, comparándonos con según qué sitios del mundo (ejemafricayasiaejem), es que, lamentablemente, le ciega un fanatismo disfrazado de ideas progresistas que no alcanzo muy bien a entender. Quiero, respeto y me preocupo por mi madre, mi novia y mis amigas y conocidas tanto como espero y deseo que suceda a la inversa. Creo en la igualdad real de derechos y obligaciones (de esta parte se olvidan muchos) del hombre y de la mujer y me alegro cada vez que una fémina consigue algún logro de relevancia en cualquier ámbito del panorama internacional, como por ejemplo en la política, los negocios o el deporte (joder, incluso últimamente en la WWE me interesan más los combates femeninos que los masculinos). Salvo alguna vez que se me haya podido pasar el lavar los platos (lo siento, wapi) no creo que nadie pueda dudar de mi simpatía hacia la causa feminista. Así que no consiento que NADIE pueda venir a decirme que soy un "neomachista", un "machirulo", un "heteropatriarca" o, llevado al extremo, alguien que simpatice con los maltratadores o que trivialice su daño simplemente por no tragarme al 100% (por ejemplo, al criticar la EVIDENTE ineficacia de la ley contra la violencia de género, desmontar el mantra de las denuncias falsas o criticar cualquier tipo de cuota) un discurso discriminatorio, revanchista y cargado de odio que sólo ve la parte del problema que le interesa para poder autoperpetuarse como un fin en sí mismo y criminalizar continuamente al género masculino en su conjunto. ¿No habíamos quedado, amigos progresistas, en que no se debía generalizar, por ejemplo, con los millones de musulmanes del mundo por lo que unos pocos cabrones fanáticos pudieran hacer en su nombre? El hembrismo como antítesis del feminismo integrador y como consecuencia de un machismo con el que, en el fondo, tantos lugares comunes comparte.

Por tanto lo quiero decir bien alto, ahora y siempre: NO a la violencia de género y NO al machismo. Pero NO, también, al pensamiento único. NO a la tiranía de lo políticamente correcto. NO a usar el dolor de las personas como arma arrojadiza. Y, por supuesto, NO a que los hombres, los verdaderos hombres, los que respetamos a las mujeres y compartimos con gusto nuestro viaje en la vida a su lado de igual a igual, nos sintamos culpables por el mero hecho de serlo. Los machistas, los de verdad, no son hombres, son otra cosa. No nos metáis a todos en el mismo saco.




PD: ¿Este post es una Excusatio non petita? Pues tal vez. Tanta como si tú, amigo mierdista, te sientes ofendido al leerlo.

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