Tal ha sido la repercusión mediática del post (y no os cuento ya la que se puede liar si finalmente aparece el pavo) que ha superado incluso mi momento de gloria con el ParadasRomeroGate de hace unos meses, lo cual ha hecho que mi ego se vea afectado y necesite contraatacar de alguna manera pare recuperar la posición dominante que este blog ha tenido siempre. Así que voy a ir a lo fácil y le voy a plagiar miserablemente la idea a La Rizos: yo también voy a usar a las redes sociales para encontrar no ya a alguien (las personas que me importan las tengo a todas muy bien localizadas) sino a algo, y no a uno, ni a dos, ni a tres sino a tres objetos que han significado mucho para mí y que, por avatares del destino, me fueron arrebatados en su día. Eh, quién sabe, si le ha funcionado a La Rizos no veo por qué no me pueda funcionar a mí también:
01) MI CÁMARA DE FOTOS (última vez vista: 4 de octubre de 2009. Lugar: Madrid)
El próximo jueves se cumplirá el tercer aniversario de este trágico suceso que ya narré en su día en este blog. Estaba yo de marcha con mi amada Lourditas por la noche madrileña cuando, qué vieron mis ojos, nos encontramos en un garito con Berta Collado (y Miki Nadal). Echándole un poco de morro al asunto me hice una foto con ella, orgulloso y emocionado ante la perspectiva de vacile al día siguiente en facebook. La noche avanzó, Lourditas se pilló un pedo colosal y, cuando la llevaba arrastrando desde el último garito de la noche hacia el taxi de rigor allá por Huertas, se me acopló un moro cani (sí, existen) que, haciéndose el turista borracho, me abrazó y empezó a decirme incoherencias como "Real Madrid, Benzema, namber güan". Me lo quité de encima a la velocidad del rayo pero, al parecer, aún así tardé demasiado: al llegar a mi piso descubrí que mi cámara de fotos había desaparecido. Esos escasos 4 segundos en que el cani se me acopló le bastaron para meter la mano en el bolsillo de mi ceñido pantalón (en serio, me cuesta hasta a mí), sacar la cámara y largarse por patas. Os podréis imaginar lo bien que me sentó aquello. Mi cámara, mi pobre cámara, mi inseparable compañera en innumerables conciertos, ya no estaba. A ese suceso le siguió mi aventura en busca de una nueva cámara de fotos que todos ya conocéis y que tuvo un final feliz con la adquisición de mi nueva supercámara modelo pepino, pero no puedo negar que eche de menos a mi querida Olympus fe-240 de color negro y remates plateados. Qué horribles fotos te habrán obligado a hacer.
Uno de los mayores traumas de mi infancia lo protagoniza Sombra (Storm Shadow para los puristas), el ultra-molón ninja de Cobra y enemigo de los G.I.JOE, o más concretamente su muñequito. Tras mi época con los Masters del Universo durante la primera mitad de los ochenta, la segunda estuvo protagonizada, juguetilmente hablando, casi en exclusividad por los G.I.JOE, los cuales, entre los muñecos, los dibujos animados y los cómics me tenían loquito perdío e hicieron que, siendo apenas un gurriato, me sintiese por momentos casi más americano que español. De entre todos los personajes mis dos favoritos, y casi me atrevería a decir que los favoritos de todos, eran Ojos de serpiente y Sombra, los dos ninjas, uno negro y otro blanco, uno bueno y uno malo (como Jacob y el Hombre de Negro, vaya), dos badass con el rostro cubierto que iban siempre sobrados y que se las sabían todas. Me solía echar, ya fuera solo o acompañado casi siempre por el estúpido de Alano, combatazos épicos entre esos dos (habitualmente ganaba Ojos de serpiente) que compensaban mi aplastante falta de carisma en el cole y, por momentos, eso me hacía feliz... hasta que, un día, Sombra desapareció y de él nunca más se supo. Recuerdo poner patas arriba mi casa (hoy conocida como El Botellódromo) una y otra vez, interrogar a lo Cristina Cifuentes a mis compañeros de clase para ver si alguno me lo había fanguteao e incluso rebuscar entre las cacas de mi gato para ver si éste se lo había comido (bueno, vale, eso no lo hice pero lo podría haber hecho) y todo sin el más mínimo éxito. Nunca volví a ver a mi querido Sombra y, 22 años después de su desaparición, ya estoy empezando a asumir que nunca más lo volveré a ver. Si un ninja no quiere ser encontrado no es encontrado, supongo.
03) EL VELLOCINO DE ORO (última vez visto: alrededor del 340-330 a.c. Lugar: Antigua Grecia)
De esto no tengo memorias muy claras ya que sucedió hace mucho tiempo, pero sí recuerdo que iba yo con mis coleguitas los argonautas (menudo crack está hecho Hércules) de regreso de habernos cargao a la Hidra y decidimos parar en un bar para celebrarlo y, bueno, ya sabéis cómo son los semidioses griegos: que si venga una cerveza por aquí, que si venga una cerveza por allá, que si tu falda es excesivamente corta, que si tú mah mirao, que si tu madre es una plebeya, que si no hay huevos de jugarse el vellocino de oro a una partida de mus... El caso es que, como decía, no recordamos mucho de esa noche, solo sé que a la mañana siguiente el vellocino de oro había desaparecido y como la peli fue un fracaso comercial no tuvimos presupuesto para ir en su búsqueda otra vez. Era así como doradito, muy rollo gangsta.
Como véis, tres objetos de lo más variopinto que se perdieron en el confín de los tiempos y que, con el esfuerzo de todos, podemos volver a encontrar. Y, si no, al menos que me hagan una entrevistilla, o un algo.
PD 1: no me propongo buscar mi pobre camiseta de Nine Inch Nails, desaparecida en una fiesta de disfraces el año pasado, porque mucho me temo dónde ha acabado. Snif.
PD 2: ayer, 29S, nueva manifestación en Neptuno y esta vez sí que pude estar presente. Según la Delegación del Gobierno, apenas 4.500 personas. Según la BBC, el sentido común y las reglas más elementales de la física, alrededor de 60.000. Alguien miente aquí.
No seré yo quien trunque tus ilusiones de encontrar tales objetos. Entiendo que tu existencia ha sido complicada y triste sin ellos, y por tanto te deseo toda la suerte del mundo en tu búsqueda. xD
ResponderEliminarSobre todo en la del vellocino, que tiene premio.
Jejeje. Muy bueno, Albret.
ResponderEliminarSobre todo el guiño al coleguio Duque de Feria. ¡Qué buenos tiempos!
Quizá deberías añadir como objetos perdidos el charm y nuestro futuro como grandes reporteros.
W.
Nunca tuvimos ná deso, señor W.
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