miércoles, 21 de marzo de 2012

Toulouse

Pocas veces una noche de juerga estándar acaba haciéndote aprender algo realmente importante sobre la vida más allá de no mezclar ron y whisky en un mismo vaso y de que, al parecer, tengo una prima que no conocía en Madrid. El sábado pasado un servidor, acompañado de sus banderizos, conoció a un grupo de francesas en un local de la noche malagueña llamado precisamente como una ciudad de La France: Toulouse. Comentario gracioso contra Francia por aquí, baile desastroso por allá... nada fuera de lo común en esas situaciones. El caso es que de ese grupo hice especial miga con una chica natural de, fijaos la coincidencia, Toulouse que apenas unas horas después tenía previsto cogerse un vuelo rumbo a su ciudad natal así que, para mantener el contacto, al despedirnos nos dimos los facebooks, teléfonos... lo normal, repito.

Con lo que ya no contaba fue con que apenas dos días después de aquello en Toulouse, precisamente en Toulouse, un chalado que primero era un ultraderechista y más tarde resultó ser un islamista (menudo cambio, eh) asesinó a siete personas, entre ellas tres niños, sembrando el pánico en Francia entera y en dicha ciudad en particular ya que desde entonces y hasta hoy ha estado en paradero desconocido (ya parece que lo han localizado y durante el día de hoy lo enchironarán). Normalmente cuando escuchamos tragedias humanas de esta magnitud por las noticias, como en su día pudieron ser los asesinatos de Columbine o la matanza de Noruega, sentimos el lógico pesar por las víctimas pero no dejamos de estar... "protegidos" emocionalmente de esos hechos porque no dejan de pillarnos lejos en la distancia. Otros, en cambio, nos afectan más directa o indirectamente: me pasó con el 11-M cuando temí por la vida de mis amigas mostoleñas, me pasó el verano pasado cuando hubo un incendio relativamente cerca de la casa de mis sobris, me pasa cada vez que oigo que hay follón en Afganistán (tengo un colega allí)... y, en menor medida, me ha pasado con este suceso de Toulouse.

Ayer hablé por el facebook con esta chica que antes os comenté y, pese a que no llegó a estar en ningún momento en peligro real, sus palabras me estremecieron, relatándome el estado de miedo y cuasi paranoia que sufrían (y deduzco seguirán sufriendo por largo tiempo) los vecinos de Toulouse debido a este suceso, y no pude sino sacar mi lado más empático y sentir una mínima parte de lo que tenía que estar pasando por su cabeza en ese momento.
Porque con cosas como ésta te das cuenta que el mundo no es un lugar tan grande como parece, y las personas que viven en él no son tan diferentes entre sí. Y es que, a la hora de la verdad, todos sentimos exactamente las mismas emociones: alegría, miedo, amor, odio, tristeza, compasión. Ésto es lo único que debe importarte ya seas español, francés, árabe, judío, musulmán, humano o guiñol.


PD 1: evidentemente si los franceses nos eliminan en la Eurocopa volveré a cagarme en ellos con toda mi ira, eso que nadie lo dude.

PD 2: una pequeña matización a lo que dije en el texto principal: todas las personas somos iguales... excepto Leo Messi, que de lo bueno que es da asco. ¿Se pondría anoche antes del partido a Rammstein para motivarse?

PD 3: qué me gusta Florence + The machine, joder, qué descubrimiento.

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