Es ley de vida: sólo se aprecia lo que se tiene cuando se pierde, y es estando en Madrid a 40º cuando echo de menos poder ver la playa desde mi balcón. Pero bueno, tranquilos, que para eso Dios inventó las piscinas municipales. Al módico precio de 4,35€ obtienes un billete de entrada a un paraiso de bellas mozas, agua fresquita, dos millones de ecuatorianos por metro cuadrado y decenas de niñatos merdellones que no saben tirarse al agua sin hacer una bomba, un moonsault, un triple carpado o el imbécil, en general. Eso es lo habitual que uno suele encontrarse en estos recintos, pero ayer sucedió algo extraño, inusual y digno de estudio: Kanouté y yo sufrimos todo tipo de hechos paranormales, misteriosos e ikerjimenísticos. La piscina a la que vamos fue el plató de una enorme película de terror que nos tuvo a nosotros como protagonistas.
Vayamos por partes. Nada más llegar, un segurata se me abalanzó cual orco de Mordor con cara de poseso (creo que hasta soltó alguna babilla) para pedirme que, por favor, me quitara... ¡mis chanclas "de calle"! (unas chanclas de los chinos con más mierda que las cuentas del Parlamento Británico, básicamente). Vuestro héroe, atónito, preguntó "¿De... calle?" Aquel orco probablemente no se esperaba una contestación y no supo muy bien qué decir, sobre todo cuando señalé a una señora que también iba con dicho calzado y le dije "pues a ésa no le has dicho nada, eh". Me miró, se calló y dijo "ehm... no". ZAS, EN TODA LA BOCA. Tras esta breve conversación, ví cómo se dirigió hacia dicha mujer para reprenderla, mientras yo avancé orgulloso hacia la piscina contento por mi firmeza y por haber hecho que a una mujer inocente le cayera un castigo innecesario. La tarde comenzó de manera interesante, con el descubrimiento de que existen chanclas "de calle" y "de no calle" y de que la palabra siempre sale victoriosa, pero no podía imaginar los acontecimientos que se nos venían encima en esa jornada.
Tras acomodarnos y estar un buen rato luciendo nuestros cuerpazos al sol, a nuestro lado se tumbó una señorita de muy buen ver. Tras los comentarios pertinentes en voz baja entre nosotros, nos quedamos mudos cuando... la pedazo de psicópata empezó a hablar sola. No tenía un manos libres, no estaba escuchando música... hablaba sola. Además, se puso a leer un cómic que llevaba y de cuando en cuando soltaba unas carcajadas que te helaban la sangre, acompañadas de comentarios hacia los protagonistas de la historieta tales como "qué colgaos estáis, muahaha". Por supuesto, a Kanouté y a mí se nos bajó la líbido sobremanera y dejamos de tener cualquier interés de índole sexual en dicha señorita, únicamente queríamos salir de allí cuanto antes.
No sabiendo muy bien qué hacer para pasar el tiempo entre chapuzón y chapuzón, con mi mp3 olvidado en el piso y con la psicópata al lado riéndose sola, me dió por rascarme la barriga con saña cuando... descubrí dos cicatrices. Efectivamente, dos cicatrices en mi tripa cuya existencia desconocía y que aún hoy sigo sin saber cómo coño me las hice. ¿Fui abducido por los extraterrestres algún día que saliera tarde del As para ser sometido a diferentes experimentos? Es más, ¿es Alfredo Relaño un extraterrestre? ¿Me saldrá de la barriga un bicho con la cara de Roncero esta noche mientras esté cenando? O incluso, ¿fui abducido en algún momento de la jornada piscinera en un agujero de gusano temporal? Vosotros reiros, pero yo estoy acojonado.
Hablando de bichos, en toda buena película de terror que se precie debe haber un monstruo. Vuestro protagonista, caliente del sol y de la psicópata sexy (o sexicópata) que estaba tumbada a su lado, decidió zambullirse en el agua para refrescarse un poquiko y cual fue su sorpresa cuando, tras hacer unos largos, se encontró frente a frente con... ¡un monstruo marino blanquecino, burbujeante y con pinta de pegajoso que aparentemente era inmune al cloro! (Un gapo, vaya) Menos mal que tuve la suficiente destreza como para esquivarlo en el último segundo y conseguí salir del agua pitando cual película de "Tiburón"... pero no pude hacer nada por los bañistas que todavía allí se encontraban. Dios mío, eran demasiados, no pude ayudarles a todos, no pude...
Tras salir del agua dispuesto a no volver a entrar en ella durante el resto de la jornada, vimos... un fantasma. Bueno, en realidad había muchos, pero hablo de uno de verdad: el de Stieg Larsson. Era cuestión de tiempo que el autor del fenómeno "Millennium" apareciese por mi blog (de hecho el título del primer llibro de su trilogía me ha inspirado bastantes chistes), lo que no me esperaba es que apareciese por mi piscina. Allí estaba él, un nórdico pálido como la leche, con un bañador amarillo sucio que más bien parecía blanco pocho, sentado al borde de la piscina remojándose únicamente los tobillos con un aparente miedo atroz al cloro y a relacionarse con los seres vivos. Kanouté y yo le pusimos inicialmente el apodo de El Hombre Triste, pero tras analizar su comportamiento dedujimos que era el fantasma del escritor sueco y nos acojonamos, ya que una aparición era lo único que faltaba tras una tarde de todo tipo de fenómenos paranormales y realmente tampoco conocemos a otro sueco que esté muerto.
Después de una tarde tan intensa y tan llena de anécdotas posteables, decidí tumbarme para secarme al sol de Madrid y descansar de tantas emociones fuertes cuando, de repente, sucedió el más difícil todavía... ¡empezó a llover! Pero es que, pese a que caía un chaparrón intenso, el sol seguía en su sitio y hacía incluso más calor. Así que Kanouté y yo decidimos hijnorar la espantada generalizada (¿Cómo es que si se pone a llover en una piscina los socorristas ordenan a la gente que salga del agua? ¡SI LO QUE CAE ES TAMBIÉN AGUA! ¿Holaaaa? ¿McFly, alguien en casaaa?) y nos quedamos ahí, como unos campeones, tomando el sol bajo la lluvia. ¿A que nunca habéis hecho eso?
Pues eso, queridos amigos blogueros. Os reto a que volváis a reiros de mí por el hecho de tener que tirarme casi todo el verano alejado de las playas malagueñas. Cuando os peleéis con un monstruo marino, un orco o una psicópata, cuando se os aparezca el fantasma de un sueco, cuando seáis abducidos por los marcianos o cuando os caiga encima un chaparrón que desafíe a todas las leyes de la naturaleza y aún así sigáis valientemente en vuestro puesto sin abandonarlo, me lo hacéis saber.
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Las psicópatas de buen ver son unas leonas en la cama. Lo único, que no es recomendable quedarse dormido a su lado porque puede ser lo último que se haga.
ResponderEliminarCon respecto a lo de la lluvia y salir de la piscina, es perfectamente lógico: hay agua arriba y agua abajo, ¡te puedes ahogar! a menos que seas Aquaman :P
Mataros
ResponderEliminarAlll, vente pa la playa!!!
ResponderEliminarjijijiji.
BEsos.