Diario de guerra, sábado 28 de julio de 2007
Estos putos mosquitos me tienen de los nervios. No sé si será por el calor que hace en estas fechas en Vietnam, por algún alimento pocho o porque me odian desde la Batalla de Campanillas del verano pasado. ¿Los mosquitos tienen capacidad de odiar? No lo sé, pero ya estoy empezando a pensar que sí, porque es entrar a la cocina y tener que espantar al mismo puto mosquito de siempre. Y es que siempre atacan de uno en uno, por lo cual he llegado a deducir que realmente sólo hay un mosquito tocapelotas en mi cocina. Hasta que yo me harte. Y eso no tardará mucho en suceder, pese a que he procurado por todos los medios ser una persona pacífica y razonable. Cometerán un grave error si siguen por ese camino.
Diario de guerra, domingo 29 de julio de 2007
Me harté. Tras días temiendo entrar a la cocina por miedo a que un puto bicho volador se pose sobre la bazofia de rancho que como y con un amago de paranoia mosquitil incipiente, la gota que colmó el vaso ha sido ver cómo no se bastaban ellos solos y han ido a por refuerzos: un mosco gordo que se me ha colado en mi tienda de campaña aprovechando que tengo que tener las ventanas abiertas por el calor. Estos cabrones del vietcong insectoide son listos, pero yo lo soy más, así que he decidido pasar a la acción y contraatacar.
Busqué por todas partes un insecticida que yo recordaba haber comprado en el mercado negro, pero al no verlo tuve que emplearme en el arma más parecida que encontré: un bote de laca. Perseguí a ese puto comunista por toda la casa con la laca y conseguí arrinconarle en el suelo del pasillo de entrada. El arma más peligrosa del mundo es un hombre enfadado, y ese mosco sufrió mi ira ahogado entre spray femenino. Escogió un mal día para tocarme los cojones.
Pero no acabó ahí la cosa, sino que estaba apenas comenzando: al entrar en la cocina con la laca sufrí una emboscada por parte de los Charlys, y es que tenían una base secreta en el cubo de basura y me atacaron todos a la vez. Serían unos 10 o 12 y se me echaron todos a la cara los muy hijoputas, tenían la táctica perfectamente estudiada. Huelen el miedo, y al verme rodeado no tuve más remedio que disparar al aire y emprender retirada hacia el pasillo.
Habían ganado esta batalla, pero un giro inesperado hizo que la contienda se volviese favorable: recordé dónde guardaba el Raid, así que me fui raudo a por él, esquivando mosquitos, y solté toda mi furia sobre mis enemigos: disparé insecticida a diestro y siniestro, sin mirar, en todas direcciones. Los bichos iban cayendo uno tras otro, y al que aún se movía algo lo remataba con un pisotón de justicia. Vacié medio bote pero por fin conseguí mi objetivo, había acabado con los insectos que revoloteaban por mi piso. Incluso los bichos mandaron a su arma secreta, una avispa, como un desesperado intento para nivelar la balanza, pero acabó gaseada contra una de las ventanas del salón. Aún puede verse la mancha de la batalla en la ventana. Su cuerpo aún sigue ahí, para avisar a las demás: este piso es una jungla, y yo mando en ella.
Diario de guerra, domingo 29 de julio de 2007 (2)
Han vuelto. No sé cómo, coronel Truman, pero han vuelto. Pese a que casi vacié un bote entero de Raid indiscriminadamente en la cocina apenas unas horas antes, vuelvo a ver mosquitos en mi piso. Y no sólo es eso, sino que me persiguen por todas las habitaciones. El baño. La cocina. Incluso el salón, volando sobre mi cena. Vuelvo a gasearlas con Raid, pero parece que cuanto más mosquitos mato, más aparecen luego. ¿Me estaré volviendo loco? ¿Son los fantasmas de los mosquitos que vienen a atormentarme? ¿Se ha corrido la voz en la comunidad mosquitil y quieren vengarse? Día a día, dios mío.
Diario de guerra, lunes 30 de julio de 2007
Efectivamente, y como era de esperar, hoy también me han atacado. Y he vuelto a usar el Raid disparando por todas las direcciones como un poseso. Pero con una diferencia: he matado a un mosquito de un palmetazo. He segado una vida con mis propias manos, coronel, y lo he disfrutado. Pero eso no ha servido para que me dejen en paz. Ya me persiguen hasta en el ascensor, donde saben que no puedo huir mientras las puertas permanezcan cerradas. Son muy listos, coronel. No puedo más, ¿cuándo acabará esta guerra?
Estos putos mosquitos me tienen de los nervios. No sé si será por el calor que hace en estas fechas en Vietnam, por algún alimento pocho o porque me odian desde la Batalla de Campanillas del verano pasado. ¿Los mosquitos tienen capacidad de odiar? No lo sé, pero ya estoy empezando a pensar que sí, porque es entrar a la cocina y tener que espantar al mismo puto mosquito de siempre. Y es que siempre atacan de uno en uno, por lo cual he llegado a deducir que realmente sólo hay un mosquito tocapelotas en mi cocina. Hasta que yo me harte. Y eso no tardará mucho en suceder, pese a que he procurado por todos los medios ser una persona pacífica y razonable. Cometerán un grave error si siguen por ese camino.
Diario de guerra, domingo 29 de julio de 2007
Me harté. Tras días temiendo entrar a la cocina por miedo a que un puto bicho volador se pose sobre la bazofia de rancho que como y con un amago de paranoia mosquitil incipiente, la gota que colmó el vaso ha sido ver cómo no se bastaban ellos solos y han ido a por refuerzos: un mosco gordo que se me ha colado en mi tienda de campaña aprovechando que tengo que tener las ventanas abiertas por el calor. Estos cabrones del vietcong insectoide son listos, pero yo lo soy más, así que he decidido pasar a la acción y contraatacar.
Busqué por todas partes un insecticida que yo recordaba haber comprado en el mercado negro, pero al no verlo tuve que emplearme en el arma más parecida que encontré: un bote de laca. Perseguí a ese puto comunista por toda la casa con la laca y conseguí arrinconarle en el suelo del pasillo de entrada. El arma más peligrosa del mundo es un hombre enfadado, y ese mosco sufrió mi ira ahogado entre spray femenino. Escogió un mal día para tocarme los cojones.
Pero no acabó ahí la cosa, sino que estaba apenas comenzando: al entrar en la cocina con la laca sufrí una emboscada por parte de los Charlys, y es que tenían una base secreta en el cubo de basura y me atacaron todos a la vez. Serían unos 10 o 12 y se me echaron todos a la cara los muy hijoputas, tenían la táctica perfectamente estudiada. Huelen el miedo, y al verme rodeado no tuve más remedio que disparar al aire y emprender retirada hacia el pasillo.
Habían ganado esta batalla, pero un giro inesperado hizo que la contienda se volviese favorable: recordé dónde guardaba el Raid, así que me fui raudo a por él, esquivando mosquitos, y solté toda mi furia sobre mis enemigos: disparé insecticida a diestro y siniestro, sin mirar, en todas direcciones. Los bichos iban cayendo uno tras otro, y al que aún se movía algo lo remataba con un pisotón de justicia. Vacié medio bote pero por fin conseguí mi objetivo, había acabado con los insectos que revoloteaban por mi piso. Incluso los bichos mandaron a su arma secreta, una avispa, como un desesperado intento para nivelar la balanza, pero acabó gaseada contra una de las ventanas del salón. Aún puede verse la mancha de la batalla en la ventana. Su cuerpo aún sigue ahí, para avisar a las demás: este piso es una jungla, y yo mando en ella.
Diario de guerra, domingo 29 de julio de 2007 (2)
Han vuelto. No sé cómo, coronel Truman, pero han vuelto. Pese a que casi vacié un bote entero de Raid indiscriminadamente en la cocina apenas unas horas antes, vuelvo a ver mosquitos en mi piso. Y no sólo es eso, sino que me persiguen por todas las habitaciones. El baño. La cocina. Incluso el salón, volando sobre mi cena. Vuelvo a gasearlas con Raid, pero parece que cuanto más mosquitos mato, más aparecen luego. ¿Me estaré volviendo loco? ¿Son los fantasmas de los mosquitos que vienen a atormentarme? ¿Se ha corrido la voz en la comunidad mosquitil y quieren vengarse? Día a día, dios mío.
Diario de guerra, lunes 30 de julio de 2007
Efectivamente, y como era de esperar, hoy también me han atacado. Y he vuelto a usar el Raid disparando por todas las direcciones como un poseso. Pero con una diferencia: he matado a un mosquito de un palmetazo. He segado una vida con mis propias manos, coronel, y lo he disfrutado. Pero eso no ha servido para que me dejen en paz. Ya me persiguen hasta en el ascensor, donde saben que no puedo huir mientras las puertas permanezcan cerradas. Son muy listos, coronel. No puedo más, ¿cuándo acabará esta guerra?
Mola la nueva cabecera del blog :D
ResponderEliminarSaludos,
me gusta tu blog y me enganche para seguirlo. me parece muy completo y divertido. un saludo
ResponderEliminarYo también opino que la cabecera nueva está genial...
ResponderEliminarY con respecto a los mosquitos... Mejor no digo nada vaya a ser que la tomen conmigo mas de la cuenta, poruqe ya, sin decir nada, me tienen acosadita.
La gente intenta calmarte diciendo..."si te pican es que tienes muy buena sangre" buena la tendré pero me la están calentando (y agotando) y cuendo yo me mosquee so como el de la foto (pero en femenino, ya sabes Al)
un post genial, me has hecho reir muchísimo. Me hacía falta. Un beso.