Un héroe caído

Veinticuatro horas después de conocerse oficialmente la noticia (aunque yo me enteré esta mañana), ya pocos dudan de que las hipótesis iniciales son acertadas y Chris Benoit, mi Chris Benoit, es un asesino. Voy a omitir detalles escabrosos de la investigación policial porque bastante he leído ya durante todo el día y bastante horrorizado me encuentro ya.

Todo esto da que pensar. Cuando alguien muere se suele decir (y con acierto) que no llega a morir del todo siempre que con nosotros permanece su recuerdo, las experiencias hermosas que mantenemos de esa persona y que nos ayudan a sobrellevar el dolor por su pérdida. En este caso no se da tal situación, ya que uno de mis más grandes ídolos nos ha dejado y no puedo honrar su memoria porque ha quedado totalmente eclipsada. Podría decirse que su memoria, que es una gran parte de la historia reciente de la WWE, también ha sido asesinada.

No sé si el haber ensuciado su nombre ha hecho que no lo pase tan mal ante el mal trago de la muerte de uno de mis ídolos (lo pasé mucho peor con las de Owen Hart y Eddie Guerrero) o ha logrado el efecto contrario: ver lo injusto que es que a un profesional con su currículum y toda una vida de trabajo duro no se le pueda honrar como se hubiera merecido debido a ese estúpido y cobarde acto final. Todas las veces que le he vitoreado, todas las veces que he vibrado viendo sus luchas, todas las veces que me ha emocionado. Su rivalidad con Kurt Angle, Royal Rumble 2004, WrestleMania XX. Tantos y tantos momentos que no sólo pertenecen a la historia del wrestling, sino a mis propios recuerdos. Recuerdos que me han sido arrebatados porque ahora están manchados de sangre. No te mereces ningún homenaje, miserable.